domingo, 11 de abril de 2010

PEQUEÑO ASESINATO

Tendré que matarte porque te detesto. Detesto tus servidumbres y tus debilidades. Detesto tu amabilidad amnésica y tus ganas de agradar continuamente. Tu incapacidad para apartarte de todo. Tu apego a la esperanza y a la felicidad.
Tengo que matarte, destruirte entera. Comenzar de nuevo desde los cimientos, arrancar con saña la flor que amanece y transplantar cuchillos o sábanas blancas que hagan como muros. Matarte y que lluvia constante y espesa tienda una cortina.
Tengo que matarte, destesto los días claros que aparecen sin que tú los veas, que todo no tenga nitidez precisa que encaje en tu mente las piezas del puzzle, del 2+2 nunca suman siempre 5.
Es todo impreciso y todo muy vago, irreal, manchado en exceso de ternura fácil. Me cansé de todo, del mundo en la bruma. Tengo que matarte para cobrar luz. Asesinar la parte tuya que detesto, muy despacio, casi como quien hace una ecuación, de forma analítica, fría. Porque aborrezco tu imagen de mujer fuerte de la misma manera que aborrezco tu pose de mujer sensible, vulnerable y frágil.
¿Cuál es el camino?

Contra Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

2 comentarios:

  1. El camino es tropezar continuamente. Y, si la cosa se pone fea, volver
    http://www.youtube.com/watch?v=_y8unfFTTgM

    ResponderEliminar
  2. Hola.
    Este poema es uno de mis favoritos de Gil de Biedma, y lo sabes. Es tan antagónico y real, es la batalla contante entre los deseos mas profundos y los pensamientos mas sensibles y la razón y el orgullo. Es el caso mas antagónico que existe, el ser humano.

    Me ha gustado mucho tu blog, la entrada de cuentos incompletos es preciosa. Me trae dulces olores a ese amor por la naturaleza que tubiera el sevillano Bécquer.

    Me pasaré siempre que pueda. Siempre creí que escribías muy bien, hoy lo confirmo y me reafirmo.

    ResponderEliminar