viernes, 18 de febrero de 2011

Sin deudas ni banderas

Estuvo haciendo cuentas.
¿Qué precio está pagando por no perder esa parte única y pequeña que le pertenece? ¿A qué coste el silencio ya es suyo, y su casa es un refugio en el que guarecerse? ¿Cuánto le cuesta saber que es su propia vida la que vive? El peso de sus hombros no es otro que el de su conciencia y el de saber que, aunque poco posee porque mucho dejó en el camino, poco debe.
Estuvo haciendo cuentas y encontró estas palabras que de alguna manera tan bien hablaban de ella.

Habitaciones separadas


Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.

Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.

Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.

Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.

Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.

De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.

No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.

Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.

Tiempo de habitaciones separadas.

LUIS GARCÍA MONTERO

martes, 8 de febrero de 2011

De carpetas y tiritas

Hoy mi cuenta de correo tiene una carpeta más. Y en esta entrada no sé qué escribir. Sólo tenía la necesidad de escribir este título. Dentro, no hay nada. Hoy sólo escribo de carpetas y tiritas. Y ni siquiera eso.