miércoles, 28 de abril de 2010

FIEL AL TRÁNSITO

Hoy solo sé que traigo el cansancio en los hombros; que se ha acabado el día, que no ordené la casa aunque debí haberlo hecho. Que necesito aprehender unos cuantos instantes antes de irme a la cama. Frenar en seco. Vivir. En la mesa, el té frío de ayer que me beberé ahora tras rechazar la cena, la página en blanco, los libros esparcidos y algunos versos sueltos. "Eres como una tierra que nadie ha pronunciado", "fiel al tránsito", "soy tu propio dolor, déjame amarte". Y Pavese, los inevitables cuadernos, Benedetti, Aleixandre. Mitología, Casandra, Casiopea, con Silvio de fondo gracias a Duna, y más cuentos. Todos los cuentos. Russian Red sonando... de fondo.
Compañías que me habitan, me hablan y me pueblan. Amigos fieles que duelen y acompañan. Llenan mis ojos de letras y lo visten todo con una cierta irrealidad, tan tangible, tan real... un deseo tan real. Voy a ellas de forma casi obsesiva, como buscando el agua, para buscarme a mí, siempre yo tan fiel al tránsito... a las estaciones azules de los días. Al devenir continuo aunque sin prisa.
Abril es fiel al tránsito. Mi corazón en calma busca su sitio, su lugar, su casa. Pero no existe; acaso lo sea solo este devenir seguro. Este corazón nómada, estos rasguños negros.

A veces es difícil
ahondarse en una misma,
buscarse el corazón como quien coge arena
subirlo al aire fresco
y preguntar qué pasa.
Intentar escucharlo
en soledad un rato
quedarse sola, oírlo y tener calma
sacar honestidad, no interrumpirlo
para sentir vergüenza
(a pesar de ella)
y dejar que vomite su verdad
triste o indiferente.
A veces es difícil
asumir ese tránsito
esa continua búsqueda de algo
que volveremos a sentir ajeno;
humedad fría y viscosa al tacto.
Ya tanta ropa vieja...

lunes, 26 de abril de 2010

LOVING STRANGERS



Somos extraños siempre. Al fin y al cabo... Amar no es otra cosa.

CUENTOS INCOMPLETOS III... PENÉLOPE

Ulises dejó Ítaca, dejó a Telémaco, a Penélope. Abandonó su casa, su hogar y su tierra. Partió hacia una guerra pero quizá nunca supo que la guerra verdadera comenzaba entonces en el lugar que había dejado. Allí arderían los fuegos, sonarían los tambores, allí se escucharían los clamores y morirían los sueños de otros años. Tal vez Ítaca fuera la verdadera Troya, el lugar que albergaba la lucha.
Conoció a Calipso, durmió en brazos de Circe, durante veinte largos años en los que Penélope también tuvo que emprender un largo viaje. La larga travesía hacia sí misma, hacia su cuerpo. La continua lucha contra las imposiciones, con los ojos de ese coro que a diario le recordaba su misión. Pero miró hacia dentro y se aprendió a sí misma; cogió la máscara que el mundo esperaba ver (sus pretendientes, su hijo, sus criadas), se la puso mientras su pensamiento viajaba lejos, en sentido contrario a sus movimientos.
Poco a poco construyó el odio hacia Ulises; pausadamente, sin alardes, fue quemando uno a uno, por las noches, con cada hilo, los recuerdos: los de su masculina indiferencia, su regia tiranía, su perpetuo egoísmo, su narcisismo. Destejer el tapiz, ese sudario de sí misma, era destejer su vida anterior de sentimiento, abnegación y entrega. ¿Qué remedio le quedó más que entregarse a ese extraño que los dioses le habían deparado? ¿Qué destino pudo elegir si no era el de dejarse hacer, ser tocada por esas manos torpes que nunca desearon conocerla? Olvídate, Ulises, quizá ese triunfo nunca lo lograste, si alguna vez pensaste que fui tuya. Pero ahora volverás y yo ya me habré forjado mi máscara perfecta, por dentro yo ya habré aprendido a odiar y a recordar con precisión cada gesto tuyo.
Tanta astucia, Ulises, tanta astucia para qué. Partiste a la guerra huyendo de mí, escapaste a todos los peligros que los dioses pusieron en tu camino, sorteaste los obstáculos, descansaste en otros brazos, pero nunca podrás huir de mis ojos a tu regreso. Ellos te escrutarán, te mirarán y te dedicarán todo el rencor y el odio que he ido acumulando al conocerme durante veinte años de abandono, de disimulo, de tomar conciencia de que me perdí al entregarme a ti.
Pero tú volverás, Ulises, y te miraré con mi odio. Y verás que yo no soy la misma, verás que dejé de esperarte hace tiempo, mucho tiempo, porque tú nunca has sido a quien yo espero. Estaré mucho más lejos, ardiendo por los tejados, dejaré crecer mi pelo mientras otras manos mojan mi cuerpo y recorren mi espalda para quemar el trigo.

sábado, 24 de abril de 2010

Palabras más...

Esta mañana compré flores en la calle. Eran amarillas y blancas. Otras más pequeñas eran de color violeta. Después entré en la cocina y allí pasé un rato cocinando. Tras eso, las palabras...
Al final va a ser cierto (y en tal caso mi amigo tendría la razón que le quité). Las palabras se desgastan y pierden su significado, se quedan vacías, huecas. Dices flor y entonces no ves nada, sólo ceniza. Amor, y notas cómo la pereza te invade. A base de repetirlas, de vomitarlas, se vuelven indiferentes. A fuerza de no corresponderse con la realidad, de formar mentiras. O espejismos.
Y una piensa... como me dijo una buena amiga que tiene el don de la generosidad y la genialidad en sus frases, que me va a dar un coma diabético un día de estos a causa de escuchar tanta frase edulcorada, y que acabarán saliéndome las nubes por las orejas. Y se me nota el hartazgo de lejos, el cansancio, la pereza.

Este texto podría llamarse "palabras y flores", o "reflexión de un día".  Los ángulos de la realidad, las historias que inventamos, los caminos que se bifurcan, lo que vivimos y lo que creamos...
Un poco de coherencia... ¿es tan difícil?




miércoles, 21 de abril de 2010

PASTEL DE CARNE


No voy a ser un pastel de carne, debió de pensar. Me sobra algo de grasa, mis pechos crecen y se hinchan. Llenan los sujetadores. Y tal vez me esté convirtiendo en material-no-poético o novelable. Hay celulitis, mi vientre no está plano y firme, la piel sigue tensa pero se destensará al fin y al cabo. No puedo ofrecer otro cuerpo y este ni siquiera está mal. Y solo soy mi cuerpo pero tampoco soy solo mi cuerpo. ¿Estoy esperando a que llegue alguien y se coma un pedazo del pastel?

Buen librode una autora ya imprescindible. Sorprendente final.

CUENTOS INCOMPLETOS II... EN EL SORTILEGIO DE LAS LÍNEAS CURVAS

Me perdí en el recodo del sendero y anduve en espiral. Recorrí y volví a lo andado, me perdí, regresé; hice algún alto en el camino. Tomé pan, bebí agua, crucé palabras y sortilegios, empleé meses en vez de días, me demoré en los ríos, estudié las sonrisas. Dudé. Me perdí. Volví a encontrarme. Llegué al punto de destino distinta a la que salí; más sabia, más hermosa, el cabello era más largo; los ojos habían cambiado de color. Regresé sin nada pues todo lo dejé a mi paso, lo cambié por besos, abrazos, sonrisas. Mis labios se hicieron granas, mi lengua de yerbabuena y mis dedos se alargaron. Llevé un cuaderno incompleto y ya los ojos eran de todos los colores de los libros que leí. El cuerpo se me escribió con la tinta de la poesía, recorrí espaldas que eran como los campos en que se quema el trigo, cuerpos ambarinos con olor a canela. Lenguas como peces, sudores como zumos de extrañas frutas. Volví atrás para no perder los versos que situé en el camino por no encontrar el rumbo.
La brújula no encontró el norte pero rompió los maleficios de los caminos rectos y los astros imperantes. Rechacé los caminos trazados para trazar el mío. Olvidé recordar las reglas del juego e inventé las propias. Olvidé para qué sirven las cosas por jugar con ellas; por hacer otro mundo. Y las nombré de nuevo.
Nadie había al final del camino. Pero ahora sí estaba yo...

lunes, 19 de abril de 2010

INVENTARIO DE NUEVOS PROPÓSITOS

Si escribo hoy tal vez me salga todo color azul grisáceo. Todo oscuro y mojado, con cierto sabor amargo. Si hago caso a José Hierro estas últimas horas del día de hoy deberían de llevarme a la alegría. No sé si las cosas van a marchar bien; no sé si tan siquiera marchan; ni siquiera sé si hay cosas. Ahora que la eternidad se acaba.
Elegiremos otro abismo. Saltaremos a otros mundos. Nos suicidaremos por amor. Seguiremos nuestras reglas y no las de los otros.
Asesinaremos al alba cuando llegue para continuar la noche.
Haremos una diminuta revolución envueltos en sábanas y almohadas. Beberemos nuestras lágrimas, morderemos las mañanas de los días. Sangraremos. Y caeremos. Quizá muramos. Pero tendremos la certeza de sentir. Y la promesa de una última batalla.

Déjame que te arañe con mis dedos la espalda
como rasga la pluma este papel en blanco,
hiriendo la pureza, desatando la tinta
escribiendo reflejos de vida con cuchillos.
Déjame destapar la caja de Pandora
(era diciembre, el frío, el corazón, la bruma)
llegará la tristeza, a dónde la hermosura...

jueves, 15 de abril de 2010

TÚ NO LO SABES, PERO SOY UNA CANCIÓN...


Tú no lo sabes, pero soy una canción, le dijo una señora con sombrero a Krahe... lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte ni siquiera tengo un final feliz...

miércoles, 14 de abril de 2010

NO ES SÓLO CUESTIÓN DE SUERTE...

LOS NÓMADAS Y LAS FISURAS...


¿Cómo nos configura el deseo? ¿El sexo o el amor? ¿Qué hay de real en todo y qué nos inventamos nosotros solos? por supuesto existirán esos procesos químicos que hacen que nos atraigan más unas personas que otras... pero ¿qué viene después? nuestro intento de gustar, de agradar a toda costa, de sentirnos deseables para darnos un precio. El amor, el sexo, el deseo, nos configuran como objetos puestos en un mercado. Esperamos para que alguien nos compre, esperamos ser objetos deseables a los ojos hambrientos de los demás. Nos esforzamos y nos empeñamos en modelarnos como seres gustables y muchas veces amamos porque sentimos que nos admiran. Porque esperamos que eso ocurra durante nuestra vida, porque sentimos como un fracaso no llegar a esa meta, defraudar, no hacer lo que se espera que hagamos. Queremos tender un hilo transparente de deseo como el que tiende un puente. Nos pensamos puntos aislados y dispersos en el espacio, independientes, con nuestras vidas individuales pero en realidad formamos redes.

Esta sociedad no admite otras formas de relacionarnos con los otros. Todo, tan cerrado, tan mecánico, tan progresivo. Como un pasillo con flechas a seguir. No podemos salirnos de él; si lo hacemos, corremos riesgo de no retorno. No podemos, pero ¿querríamos? Lo reproducimos inevitablemente a la hora de hablar, de juzgar, de sonreír.

Yo, Silabaria, objeto consumible, con una carga de mayor o menor deseo, me configuro como tal; me visto y me defino para que alguien sepa cosas sobre mí. Soy un objeto a adquirir con falda y tacón. Aunque no lo piense o no lo quiera; como el regalo al que le pones un bello envoltorio y un gran lazo encima. Objeto gustable.

Somos seres relacionales. Y no tenemos sitio. No hay un lugar al que volver para sentirnos propios. No existimos fuera de ninguna parte y si no es en nuestro cuerpo. Más como mujeres. Construyéndonos, reconstruendonos, semiocultas, justificando acciones, negando deseos, preparadas para ser madres-esposas-mujeres sin cuestionar el nomadismo, ancladas a la nada.


"Nómadas somos todos, porque para bien o para mal hemos perdido el sitio. O mejor, nuestro lugar o bien es inmaterial como las ondas que recibimos por la radio o la televisión o la informática, o bien es mítico (como cualquier nacionalismo) o bien es sencillamente el silencio, es decir, el no-lugar del lenguaje y la escritura" (J. C. Rodríguez)


Pero a veces aparecen las fisuras. Destellos de lucidez que muestran nuestro simulacro individual, nuestra estrategia... porque a veces esperamos una diminuta revolución o un sueño en forma de persona, de amor imperfecto que describa un itinerario, en forma de huida, de mudanza, de caderas a las que aferrarse... porque los deseos tienen carta de realidad y son sensaciones parecidas al frío. Ahí aparece la grieta. Cuando todo toma la claridad suficiente para sacarte del automatismo de los días iguales, del maleficio de las líneas rectas. Cuando te miras al espejo o una mano te roza y la imagen que te devuelve o la respuesta de tu piel a la caricia te muestran la construcción de ti mismo que estás haciendo. En el rictus de tus labios, en el brillo de tus ojos, en el desorden de tu pelo, en la sublevación de la sangre que late por debajo.


Sólo queda un lugar. El no-lugar de la escritura. Mi no-lugar. El papel en blanco como único lugar en el que me reconozco porque aquí me invento. Porque a la vez que escribo en él me escribo a mí.

martes, 13 de abril de 2010

LA LUZ DE TU CUERPO ANTE EL MÍO

100 años. Si no se lo hubieran llevado la guerra, la incultura, la miseria, el miedo de los vencedores a la luz y a los días claros, a la belleza, a las palabras como fusiles. Si no hubiera sido peligroso. Entonces no habría sido él. Porque sus palabras, tantos años después, siguen erizando el vello, siguen siendo la fuerza, la lucha, la furia. La esperanza. Siguen siendo necesarias como el pan de cada día. ¿Muy tópico? Y qué más da. No quiero hoy escepticismo. Mientras haya versos como estos, que arañan con solo leerlos. Que hacen daño, hieren y nos hablan de todo lo que no tenemos. Que nos dicen de nosotros y de la pureza que no tenemos. De los amores que no tenemos. Del compromiso que no tenemos. De la coherencia que no tenemos. De la vergüenza.
La poesía como una forma de vida. Porque la vida está en ella y ella es la vida. De nuevo. Porque es necesario y sus palabras no se van.

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío:
claridad absoluta, transparencia redonda,
limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¿Qué lucientes materias duraderas te han hecho,
corazón de alborada, carnación matutina?
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.
Tu sangre es la mañana que jamás se termina.

No hay más luz que tu cuerpo, no hay más sol: todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia
del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia
acercando los astros más lejanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.
Hierba negra el origen; hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada
donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es el día.


Miguel Hernández.

http://www.elpais.com/articulo/portada/santuario/Mark/Rothko/elpepuculbab/20100410elpbabpor_7/Tes

lunes, 12 de abril de 2010

SOMOS COMESTIBLES

Personas que consumen personas. Igual consumen ropa, cine, comida, ocio, tiempo. De la misma manera que consumen ropa de baja calidad: una camiseta que no durará más de una o dos temporadas... lo sabemos pero la compramos porque cuando nos cansemos de ella compraremos otra. Las personas que comen personas saben de antemano también el tiempo que tardarán en consumir al otro, el tiempo que dedicarán a estar con ellos hasta que se resquebrajen sus pieles y se difuminen sus rasgos. Absorben los pensamientos interesantes que les dan, se enriquecen, y antes de que se materialice huyen con la misma inconsciencia con la que vinieron. Y se van sin avisar porque consumen al igual que cierran o abren ventanas vacías del ordenador. Apetencias, gustos, momentos, cortar, pegar. Lucen personas igual que bufandas hasta que se ponen vistas y se hacen comunes a los ojos de los otros. Entonces sienten que su imagen se desgasta y de nuevo se reconstruyen y compran otra persona para consumir. Ventana cerrada.
Círculos viciosos, concéntricos. No link. Otras reglas.
No le explicamos a la botella vacía cuando hemos acabado con su contenido por qué dejamos su envase en la barra del bar y no lo llevamos a casa con nosotros. ¿Por qué habría de ser distinto? Consumen. Consumimos. Estamos en venta.

domingo, 11 de abril de 2010

PEQUEÑO ASESINATO

Tendré que matarte porque te detesto. Detesto tus servidumbres y tus debilidades. Detesto tu amabilidad amnésica y tus ganas de agradar continuamente. Tu incapacidad para apartarte de todo. Tu apego a la esperanza y a la felicidad.
Tengo que matarte, destruirte entera. Comenzar de nuevo desde los cimientos, arrancar con saña la flor que amanece y transplantar cuchillos o sábanas blancas que hagan como muros. Matarte y que lluvia constante y espesa tienda una cortina.
Tengo que matarte, destesto los días claros que aparecen sin que tú los veas, que todo no tenga nitidez precisa que encaje en tu mente las piezas del puzzle, del 2+2 nunca suman siempre 5.
Es todo impreciso y todo muy vago, irreal, manchado en exceso de ternura fácil. Me cansé de todo, del mundo en la bruma. Tengo que matarte para cobrar luz. Asesinar la parte tuya que detesto, muy despacio, casi como quien hace una ecuación, de forma analítica, fría. Porque aborrezco tu imagen de mujer fuerte de la misma manera que aborrezco tu pose de mujer sensible, vulnerable y frágil.
¿Cuál es el camino?

Contra Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

viernes, 9 de abril de 2010

"La vida prosigue aunque actuemos como cobardes o como héroes. La vida no impone ninguna disciplina sino la de aceptar la vida incuestionablemente. Todo aquello a lo que cerramos los ojos, todo aquello de lo que huimos, todo lo que negamos, denigramos o despreciamos sirve para derrotarnos al final."
Henry Miller

CUENTOS INCOMPLETOS I... DE MARIPOSAS...


Escribiría mil historias para que las soñaras conmigo. Tejería palabras enredadas en versos para que poco a poco se fueran coloreando y se hicieran verdad. Dibujaría nuevos mundos en tu españda y los llenaría de una y mil especias diferentes: en las cimas de las montañas el sabor de la canela, el espliego en los valles, la pimienta y la sal en la vasta extensión del mar. Un día soñé una espalda donde se quemaba el trigo...
Noche a noche te iría inventando historias, te las leería en voz alta y cantaría los sones de otras tierras lejanas. para envolverte. Las palabras como el hilo que dibuja un tapiz, como las estrellas dispersas pero ordenadas del cielo tan oscuro.
Y tú, que nacieste ya antes como una promesa. Porque el deseo tiene carta de realidad, porque la corresopndencia que se establece entre sueños y realidad a veces es caótica, otras veces, ordenada. Y sobrecoge. Y trae certezas de sentir. Naciste como una promesa porque siempre fue soñada: mi interlocutor, el hilo que tejer que no se rompa...
Hoy he visto las mariposas...

MUERTE EN EL OLVIDO

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

Ángel González

lunes, 5 de abril de 2010

LOVE CAME HERE

BÁSTEME DECIR...

"Básteme decir que quisiera dimitir de su amor".
Belén Gopegui.


"Entretanto le pido que me recuerde a veces. No a lo largo del día. No cuando toma café, llama por teléfono o trabaja, o mira una película. No a lo largo del día sino en las rendijas de las ventanas y las puertas que no cierran bien quiero que me recuerde. Por donde pasa un viento desapacible y usted lo advierte, y no hay nadie a su lado, y entonces usted siente el deseo de dar esquinazo a las cosas. De soltar lastre e irse, como si se pudiera."
Belén Gopegui.

Entonces pienso, no sé si para consolarme o porque tengo la certeza, que este amor basado en simulacros no habría sido sino un breve paréntesis en mi vida de perdida. Un venirme al lado de acá del mundo con el que más tarde me habría sentido traicionada por mí misma, mis principios tambaleándose y mis noches vacías ya de literatura y magia. A pesar de que hoy me gustaría dimitir de su amor, cesarme en el cargo de pensadora a tiempo completo de su textura suave y mullida, de su carne no perfecta y su sabor recién hecho. Entonces pienso que mi vida es así porque esta serie de imágenes que no asumí, ahora incluso me rechazan cuando quiero amoldarme a ellas, ahora que lo intenté, por una vez en la vida. Con mis veintisiete años de no haber vivido nada. No sé si habría sobrevivido a los días claros.
Ya no sé si los sueños que me quedan son los que puedo tener. Ni siquiera sé quién está en ellos.

domingo, 4 de abril de 2010

EL BAREMO DE LA FELICIDAD

Leía hace pocos días un artículo en el que Almudena Grandes decía que el baremo de la felicidad variaba considerablemente de unas personas a otras. A pesar de que no es una idea novedosa, me dio por pensar en ello, por pensar en cuál era mi baremo de la felicidad, en cómo este ha ido haciéndose cada vez más claro, más nítido en mi vida... más sencillo. Más mediocre, tal vez, pero en el mejor sentido de la palabra... Me conformo con poco... Una manta cálida, un sofá, un buen libro, un poema, una película, un interlocutor inteligente. Una risa subversiva. Un recuerdo. Unos ojos nuevos que se sorprendan. Pasear tu espalda. Con eso... ¿qué importa lo demás?
Asisto admirada a los otros baremos, a los de la tiranía que imponen el cuerpo y la imagen, a los de los cuerpos comestibles, a los de las necesidades-innecesarias que nos vamos creando y la ansiedad al no poseer, a la estupidez generalizada que mi propia estupidez no asume. Y veo cómo se agrandan, se generalizan, cómo se comen el tiempo y el silencio. Y ya todo es ruido, más ruido, más tiempo ocupado, más acción, menos quietud. Y vuelvo a pensar en el libro, las palabras, el sofá, un roce, una caricia al paso. Y me pregunto qué es lo que estamos haciendo tan mal.

"¿Recuerdas lo que queda de la vida?

¿Conoces este ritmo que es un barrio acechando,
brillante puñalada en forma de cadera
que mueve un viento seco y te mira en la esquina
con un vaso en la mano y un temblor en la boca?"

Javier Egea

sábado, 3 de abril de 2010

ASÍ

Se durmieron así, en la lentitud de las horas que uno pasa como si ya huieran pasado. Las horas repetidas, anónimas, las horas como tantas, las aburridas horas que un día echaremos de menos.
Ángeles Mastretta.

ELEGÍA Y POSTAL

Apareció de repente. Porque de repente unos versos te sobrevienen...

"Elegía y postal"

No es fácil cambiar de casa,
de costumbres, de amigos,
de lunes, de balcón.
Pequeños ritos que nos fueron
haciendo como somos, nuestra vieja
taberna, cerveza
para dos.
Hay cosas que no arrastra el equipaje:
el cielo que levanta una persiana,
el olor a tabaco de un deseo,
los caminos trillados de nuestro corazón.
No es fácil deshacer las maletas un día
en otra lluvia,
cambiar sin más de luna,
de niebla, de periódico, de voces,
de ascensor.
Y salir a una calle que nunca has presentido,
con otros gorriones que ya
no te preguntan, otros gatos
que no saben tu nombre, otros besos
que no te ven venir.
No, no es fácil cambiar ahora de llaves.

Y mucho menos fácil,
ya sabes,
cambiar de amor.

Ángeles Mora