martes, 25 de enero de 2011

El dolor de la lucidez

No es bueno el dolor de la lucidez. No es bueno.
Lo mismo que me hace grande, me hace pequeña. Las mismas, exactas cualidades que me hacen ser yo, a la vez me deconstruyen, conforman los dos polos opuestos de mí misma. El que me gusta y el que detesto.
De qué me sirve pensar, tener conciencia, tener la lucidez precisa que me hace ver la claridad hiriente de los días, que se clava como un alfiler en mis pequeñas pupilas, en forma de diminutos aguijones que se adentran de forma certera y precisa. De qué me sirve saber leer en los silencios si todo no es más que una fuente dolor mojado que lo empapa todo. De cansancio que lo empapa todo. De desánimo y apatía.
De qué me sirve someterme a la tiranía del pensamiento con avidez. A querer saber más, como una especie de hambre de infinito. Siempre más. Aunque nada sea real. Aunque solo sean páginas y páginas llenas de tinta amarga y rota, o papeles en blanco que gritan para que sean manchados.
No es bueno, no, no ajustarse a las reglas.
No es bueno el dolor de la lucidez.

lunes, 24 de enero de 2011

Material sensible



Material sensible. Frágil. Cuidado con los golpes, quizá puedas causar algún daño, algún desperfecto irreparable que no tenga solución posible. No te acerques demasiado. Además de material sensible, soy material inflamable, y es posible que explote de un momento a otro, sin previo aviso.
Corto. Araño. Soy capaz de sentir dolor y de romperme cuando menos te lo esperes; sin embargo, recomponerme, a pesar de ser doloroso, no me llevará demasiado tiempo. Mantete lejos si no quieres pensar. Sal rápido de aquí si no vas a saltar conmigo. Yo sabré mantenerme a salvo de vaivenes e imprevistos, de golpes y de impactos.
Vete lejos si no quieres que ninguna astilla de mi cuerpo llegue a ti. Mantente a una distancia prudencial.
Soy material sensible.

sábado, 22 de enero de 2011

Nadie

Llegué a casa y no había nadie. Nadie. Nadie. Hablé para que nadie contestara, ordené para que nadie se sintiera a gusto y cociné la comida que nadie se comería después. Pasé la tarde y nadie estaba conmigo. Salí y fui al cine; con nadie comenté la película que tampoco había visto.
A veces no sé con qué extraños hilos estoy unida a la realidad. A veces no sé qué parte de mi vida comienza a ser ficción y cuál es la verdadera. No somos solos; incluso los planetas necesitan la gravedad de una estrella para seguir describiendo su órbita.
No somos solos. Pero al llegar, Nadie esperaba.

lunes, 10 de enero de 2011


Yo ya te había encontrado

entre la luz incierta de los días;

entre libros y discos en mi casa

tú viniste una noche.

Dijiste que no todo estaba hecho,

nada había perdido,

existían realidades, caminos, carreteras

que llevaban a pueblos

donde el mar era amplio;

donde vivir

no era un simulacro indefinido

lejano a nuestros sueños;

donde la luz

para todos los hombres

y también las mujeres

era clara y diáfana.

Yo ya te había encontrado

entre la luz incierta de mis días.

Cuando te puse rostro

me trajiste la luz;

demasiado real, sospecho ahora.

Fugaz como un relámpago.