lunes, 26 de abril de 2010

CUENTOS INCOMPLETOS III... PENÉLOPE

Ulises dejó Ítaca, dejó a Telémaco, a Penélope. Abandonó su casa, su hogar y su tierra. Partió hacia una guerra pero quizá nunca supo que la guerra verdadera comenzaba entonces en el lugar que había dejado. Allí arderían los fuegos, sonarían los tambores, allí se escucharían los clamores y morirían los sueños de otros años. Tal vez Ítaca fuera la verdadera Troya, el lugar que albergaba la lucha.
Conoció a Calipso, durmió en brazos de Circe, durante veinte largos años en los que Penélope también tuvo que emprender un largo viaje. La larga travesía hacia sí misma, hacia su cuerpo. La continua lucha contra las imposiciones, con los ojos de ese coro que a diario le recordaba su misión. Pero miró hacia dentro y se aprendió a sí misma; cogió la máscara que el mundo esperaba ver (sus pretendientes, su hijo, sus criadas), se la puso mientras su pensamiento viajaba lejos, en sentido contrario a sus movimientos.
Poco a poco construyó el odio hacia Ulises; pausadamente, sin alardes, fue quemando uno a uno, por las noches, con cada hilo, los recuerdos: los de su masculina indiferencia, su regia tiranía, su perpetuo egoísmo, su narcisismo. Destejer el tapiz, ese sudario de sí misma, era destejer su vida anterior de sentimiento, abnegación y entrega. ¿Qué remedio le quedó más que entregarse a ese extraño que los dioses le habían deparado? ¿Qué destino pudo elegir si no era el de dejarse hacer, ser tocada por esas manos torpes que nunca desearon conocerla? Olvídate, Ulises, quizá ese triunfo nunca lo lograste, si alguna vez pensaste que fui tuya. Pero ahora volverás y yo ya me habré forjado mi máscara perfecta, por dentro yo ya habré aprendido a odiar y a recordar con precisión cada gesto tuyo.
Tanta astucia, Ulises, tanta astucia para qué. Partiste a la guerra huyendo de mí, escapaste a todos los peligros que los dioses pusieron en tu camino, sorteaste los obstáculos, descansaste en otros brazos, pero nunca podrás huir de mis ojos a tu regreso. Ellos te escrutarán, te mirarán y te dedicarán todo el rencor y el odio que he ido acumulando al conocerme durante veinte años de abandono, de disimulo, de tomar conciencia de que me perdí al entregarme a ti.
Pero tú volverás, Ulises, y te miraré con mi odio. Y verás que yo no soy la misma, verás que dejé de esperarte hace tiempo, mucho tiempo, porque tú nunca has sido a quien yo espero. Estaré mucho más lejos, ardiendo por los tejados, dejaré crecer mi pelo mientras otras manos mojan mi cuerpo y recorren mi espalda para quemar el trigo.

2 comentarios:

  1. Penélope fue valiente, luchó, quemó recuerdos, cambió y se hizo fuerte. Al final del camino buscó otra mirada, otros ojos y solamente encontró la fortaleza de su propio destello.
    Bonito cuento más que completo, Silabaria.

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  2. Y se cansó de esperar!!!!!!!!!!!!normal.

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