martes, 29 de junio de 2010

DORIAN GRAY Y LA BELLEZA

"En la actualidad la mayoría de la gente muere de indigestión de una sentido común y descubre cuando ya es demasiado tarde que lo único que nunca lamentamos son nuestros errores."


Y de repente comprendes en un arrebato de lucidez, y tal y como te dijo un amigo, por qué los clásicos son clásicos. Y eternos. Y yo, que no me gusto nada diciendo este tipo de cosas, que soy tan poco amiga de cánones, de H. Bloom, de listas cerradas y de pensamientos únicos, que sé que esas listas que construye la historia no son inocentes, ni eternas, ni están lejos de intereses... pues yo, como decía, entiendo que Dorian Gray, su retrato y su libro, sean imprescindibles. Una obra tan llena de sentencias incontestables, tan excesivo, tan cargante a veces, tan inquietante. Tan su época y tan su autor.
Pero Dorian era de belleza subyugante (a lo largo de estos días no he encontrado otro término mejor para definirla, a pesar de que la repienso), rubio, con jugosos y rojos labios, y nunca podría ser ese actor más bien anodino que no dice nada, y tirando a mediocre, que han elegido para hacer esa película, también más bien mediocre y anodina, en la que pasan desapercibidos algunos aspectos del libro tan esenciales como la homosexualidad. Muy light, la versión, muy fabricada para el gran público.
Al fin y al cabo, y como no hay mal que por bien no venga, algunas películas tienen la virtud de acercarnos de nuevo a la obra original que las motiva, al menos para cerciorarnos de las diferencias que existen entre ellas o para que en nuestra mente, como es mi caso, siga quedando la imagen exacta de mi Dorian Gray particular, mucho mejor imaginado siempre... mucho más subversivo, desafiante, tentador.


1 comentario:

  1. Con las adaptaciones casi siempre te llevas sorpresas, y si son sorpresas, suelen ser negativas. Del libro hay poco que decir, de 10, toca (re)leerlo.
    Adiós, superjefa con flequillo!!!

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