miércoles, 14 de julio de 2010

LA ENÉSIMA HISTORIA QUE NO LLEGÓ A EMPEZAR...

Tras recoger ahora todas esas cenizas
dejaremos, despacio, que se las lleve el viento.
Vivir al ritmo lento de un poema,
deslizarse por días,
escribiéndolos,
conformando su forma como si fuera arcilla.

LOS OBJETOS QUE ME LLAMAN...

Cierta tarde recomendé a un autor y el que entonces era mi amigo, aquel con quien hablaba, que se fiaba casi fielmente de mi criterio aunque ya hubiera empezado a ver mis debilidades, compró un libro suyo. Yo lo leyó, claro. Entonces, el que era mi amigo, días después, me miró entre asombrado, confuso y asustado y me dijo que cómo era posible que me gustara, que cómo podía ser que me riera con aquellas historias llenas de sinsentidos. Yo, que por aquel entonces no había leído aquel libro, pensé que tal vez mi autor hubiese cambiado de repente de estilo, de temáticas o de forma de mirar. Porque todo depende, como ya sabemos, de la forma de mirar. Y me dio miedo.

El otro día el libro me asaltó, me encontró por casualidad, y lo leí; leí todos sus cuentos con avidez hasta que lo acabé. Me lo bebí entero, lo saboreé y aún así, me quedé sedienta. Y el caso es que mi amigo es un hombre inteligente y crítico, pero será que hay que decir de nuevo aquello de que como gustos hay colores, y quizá, pienso yo, no todo el mundo es capaz de sentirse fascinado (porque entender no sería el término) por la lógica ilógica que hay en los relatos de Millás, y en el mundo en general. Porque no es más que eso: el mundo, las distintas formas de mirar, los sueños, tan reales, las divergencias en el pensamiento. Los caminos de lo posible muchas veces trascendidos. Todo lo que se esconde detrás de los espejos o detrás de las máscaras que nos ponemos a diario. Los objetos llamándonos y la extrañeza y el absurdo que inevitablemente conforman nuestra existencia. Otra forma de mirar, en definitiva... pero tan cotidiana.
Todo esto yo tengo ganas de explicárselo algún día a mi amigo... pero desde entonces, no me habla.

domingo, 4 de julio de 2010

"El mundo es tan bonito, y yo tengo tanta pena de morir."

Vi a José Saramago en Jerez, hace ya algunos años, en una sala llena de gente, en un curso organizado por la Fundación Caballero Bonald, si la memoria no me falla, cosa que es bastante probable. Entonces me trajo el recuerdo de las tortugas, inteligente, callado y discreto.

Por aquel entonces yo tendría 19 ó 20 años y me había acercado a su obra y a su pensamiento a través de Todos los nombres, primero, obra que me fascinó, y Ensayo sobre la ceguera, después. Más tarde leí otros libros que no lograron borrar aquella sensación que me dejaron los primeros, la lucidez de repente.
Este narrador de la globalidad se comprometió consigo mismo y con sus creencias en la defensa de la memoria de los perdedores, y pienso, con Muñoz Molina, que habría asistido con cierto asombro y pudor a todos los actos celebrados por su muerte, llenos de políticos, grandes personalidades, etc. Quizá le resultó fácil abrazarse a ese compromiso desde una posición privilegiada como la suya, pero quizá llegara a esa posición por eso mismo, por sus riesgos, por su toma de partido, por su inconformismo continuo.
A través de sus páginas, Saramago construyó metáforas certeras sobre la convivencia de los hombres en la sociedad en que habitamos y construimos, y dejó de ver, siempre, que existe una ventana de esperanza abierta a paisajes de entendimiento, de tolerancia y de amanecer, aún en las situaciones más adversas. Que hay un mañana que puede resultar menos hostil en el que el futuro de los hombres y mujeres pueda construirse de otra forma, más igualitaria, más justa, habiendo asumido y aprendido nuestra propia historia.
Porque hay otras formas de mirar que no son las de siempre.

sábado, 3 de julio de 2010

ADN


Adn me mira desde su silla en el lado izquierdo de la clase con curiosidad y atención, con toda la curiosidad y atención que sus 14 años le permiten. Pero pasa de un extremo a otro, y tan pronto como me escucha atento narrar sucesos mitológicos, historias de héroes, dioses casi humanos y oráculos, leer cuentos con mariposas en la república, o contar la historia de un soldado poeta que murió en una cárcel, me desoye cuando explico el complemento directo y abandono el mundo de la fantasía para someterme a las reglas y las líneas rectas del complemento directo, del orden del pensamiento en la sintaxis... y entonces, dejo de existir en su mundo y de importarle. A pesar de que él aún no comprenda la magia que habita en el hecho de crear significados infinitos con sólo 27 pequeños, diminutos, elementos.

A veces parece mayor, y me mira como si no necesitara a nadie y como si no pudiera aprender nada de mí, desde su inteligencia selectiva; pero otras veces me tiende, a su manera, ciertos hilos de sí mismo con los que crea tejidos de complicidad y confianza.

Él me regala canciones que no me gustan llenas de rabia y desahogo, y canciones que me emocionan; y me da palabras, palabras, palabras y más palabras con las que juega buscando rimas, ritmos, y significados nuevos en el diccionario.

Adn ha descubierto que leer, escuchar música y escribir poesía son formas de rebeldía con las que gritarle al mundo.

Porque me enseña a diario a seguir, porque me gusta que me oiga o me desoiga y elija cuándo hacerlo, porque aprendo y me contagia sus ganas y su emoción, su entusiasmo... y me gusta verlo crecer y que me siga sorprendiendo a diario...

Esta es mi parte del trato.

Thanks...